Historia



Hola soy Sergio, un príncipe. Un día me cansé de despertar princesas, cortar maleza y todo ese rollo que hacen los príncipes. Un día pensé en empezar una nueva vida como una persona normal y corriente, además besar en los labios a una princesa que no conozco de nada, que sabe dios si tiene alguna enfermedad que me pueda transmitir…


Un día cogí una gorra, mi mejor ropa y fui directamente al médico a hacerme una revisión. Después de saber que estaba sano fui a comprar un periódico para buscar empleo, pero resulta que no tengo el graduado en E.S.O. así que me puse a buscar un buen colegio.


Cuatro años después ya había acabado la E.S.O. y volví a buscar empleo. Tras una semana de búsqueda encontré un empleo que realmente se me daba bien: jardinero.


Relato escrito por Sir Sergio Bernárdez.






Príncipe:






Soy el Príncipe Miguel, y en vez de besar a una princesa que durmió durante 100 años que seguro que tiene telarañas y que podría tenerla Gripe A, me gustaría estar haciendo otra cosa. ¿Y por qué en vez de tener que despertarla no se puso un despertador?, ¿Por qué tengo que cortar todas esas ramas que tienen pinchos y me puedo cortar alguna (y me tendría que vacunar rápidamente del tétanos) y cuando llego a la princesa me doy un disgusto porque podría ser feísima. En vez de estar haciendo esto, me gustaría estar jugando al fútbol con los amigos del pueblo, dar un paseo por mi pueblo con mi perro, estar en mi cama leyendo un cómic o algo, comer (cuando tenga hambre) o estar jugando al ping-pong con mi hermano.


Miguel Mata.


Aventura en el mar Caribe


Érase una vez un pirata que se llamaba Jon era el más temible de los temidos, por cada legua que pasaba, era el más buscado. Sus hazañas como pirata eran más impresionantes que cualquier novela de aventuras. Jon vivía en su propio barco, era un precioso galeón de madera de olmo. Las velas del barco, más blancas que la nieve, se alzaban sobre los mástiles más grandes que cualquier ser humano podría imaginar.


Una mañana de junio, Jon se dirigía hacia el Mar Caribe. El sol apenas salía sobre el horizonte cuando Jon ya se había despertado. En su despacho, comprobó las cartas de navegación pero el mapa, roto por los años, sólo se podía leer con dificultad, no dejaba descifrar el rumbo que habían tomado. Se habían perdido. Aunque a Jon esto le pareciese una terrible noticia, no podía hacer otra cosa que aceptarla. En un intento desesperado de sobrevivir decidió que, la única opción que les quedaba, era vagar sobre las aguas desconocidas en busca de una solución.


Tras varios días de duro viaje, la tripulación, como todas las noches, se quedó jugando a los naipes en el viejo sótano. Horas después Jon salió a comprobar si en la cubierta todo iba bien, al llegar a proa, observó que los guardias estaban bien y con un tono elevado, mandó a todos los vigías, excepto a uno, que se fueran a sus camarotes.


Jon se quedó en cubierta, al principio ambos permanecían callados. De vez en cuando se miraban entre sí, hasta que al final uno empezó la conversación. Cuando ya llevaban un rato conversando, a Jon se le cayó una corona de oro de su casaca, se agachó a recogerla y cuando se levantó, el centinela había desaparecido. De pronto, se oyó un fuerte chapoteo y a continuación un aullido de dolor resonó por todo el galeón. Instantes después, unos fuertes golpes balancearon la nave. Jon fue corriendo a su camarote en busca de su tricornio y su gran sable de plata. Cuando salió a la cubierta, una cabeza enorme apareció de las removidas aguas. Era una gigante serpiente marina.


Con el estrepitoso ruido toda la tripulación subió a cubierta con un grito. Jon consiguió que todos alzaran sus armas y se prepararan para el combate. Los aullidos de dolor sonaron por toda la cubierta, Jon, aterrorizado con la idea de perder tantos miembros de la tripulación, se dirigió hacia el combate. Esquivando los mortíferos golpes de la serpiente Jon se preparaba para ejecutar la más arriesgada táctica de combate que ningún guerrero podía hacer: “El salto de Bernaback”. Agarrándose a los cabos como si fuesen lianas seguía acercándose hacia la serpiente. Apenas a 10m de la serpiente se soltó de la cuerda. Cuando el guerrero cayó impresionantemente, se fue deslizando por el escamoso cuerpo de la serpiente, se bajó y ejecutó


su salto. Como un rayo, saltó en dirección a la cabeza del monstruo. Con un salto mortal y su gran sable en la mano, aterrizó sobre su cabeza clavándoselo sobre está. Los ojos de la serpiente iban perdiendo su brillo y mientras, soltaba un alarido de dolor y se precipitaba sobre el agua.


Al día siguiente, cuando la tripulación arreglaba los daños producidos por el monstruo, Jon se subió al mástil para observar el mar. Tras un rato de observación divisó un barco, y no cualquier barco, si no que era un galeón español cargado de riquezas traídas de los templos precolombinos. Era una gran ocasión. Bajó por los cabos a toda velocidad y ordenó a la tripulación que se pusieran los mejores trajes de guerra y que se armaran con trabucos, sables, cuencos de pólvora y dagas arrojadizas. Uno de los miembros de la tripulación le dijo a Jon que si no reparaban el barco, se hundiría. Este le contestó que pronto tendrían un nuevo barco.


Una vez cerca del galeón los cañones se dispararon con tal fuerza que movió el barco. Pero estas balas no fueron hacia la cubierta (ya que si no hundirían el barco), si no que las balas fueron a dar justo a los soldados del otro lado del barco tirándolos al agua. Otros lanzaron ganchos al barco y los juntaron convirtiéndolo en el perfecto campo de batalla. Los guerreros, armados con trabucos, se dirigieron a la parte de delante del barco, el sitio perfecto para tirar.


Mientras esto pasaba, Jon subía las escaleras hasta el capitán rival, el capitán Hunderstech. Los dos se entablaron en un duelo a muerte. Para sorpresa de Jon, Hunderstech no iba con un florete como era lo habitual, sino con un sable. Los dos estaban igualados. De pronto el sable de Hunderstech se desplazó por los aires agarrado a la mano del capitán y rozó las vestiduras de éste, haciendo un pequeño corte en su casaca. Jon se preparó para su primer ataque, golpeando la espada rival despistando a Hunderstech. Tras este movimiento paso la espada por un lado y despistando al capitán, lo tiró por la barandilla cayéndose a la dura cubierta.


Pero Hunderstech no iba a rendirse, se levanto en un solo segundo y la lucha prosiguió, tras un largo rato de ataques y bloqueos de sables. Arrinconó a Jon en una esquina. Cuando le fue a atacar, éste lo esquivó y dejó a Hunderstech en el suelo con el sable pegado al cuello. Hunderstech le pidió misericordia pero Jon le contesto: “la misericordia es una moneda de cambio de los guerreros, si tu no me pagaste con esa moneda, yo tampoco te pagare con ella”. Tras estas palabras Jon elevo el sable y lo bajo trazando un circulo en el aire que acabo sobre el cuello, ahora ensangrentado, del capitán.


Al terminar esto tiraron los cuerpos al mar en señal de nueva vida y emprendieron su viaje de nuevo con las cartas de navegación del galeón español.










Hola a todos, ¿Qué tal? Soy la bella Durmiente. Estoy cansada de que la gente piense que yo soy exactamente igual que como me describen en los libros. La gente que piense así está muy equivocada. Sobre todo, muy equivocada, porque ningún príncipe ha venido a besarme, lo que significa que… ¡Sigo dormida! No me acuerdo como ocurrió, de lo único que me acuerdo es que la gente tiene una idea equivocada de mí.


Me pregunto por qué sigo dormida, aún no me lo explico, pero lo que menos me explico es como estoy consciente de que sigo dormida. No sé cómo explicaros esta sensación, espero que no os pase nunca. Ahora es cuando me doy cuenta de lo afortunada que era.


Sí, estoy hablando conmigo misma, no tiene mucho sentido, pero ¿Qué otra cosa puedo hacer…? pues nada, no pudo utilizar ninguno de mis sentidos, no puedo moverme,… ¡No puedo hacer nada! Por eso, ésta es la única opción que tengo, hablar conmigo misma, la mejor terapia contra el aburrimiento.


Voy olvidándome de cosas, pero al mismo tiempo me acuerdo de otras. Me acuerdo de algunas que pasaron antes de haberme quedado dormida. Iba camino de algún sitio (todavía no recuerdo bien) cuando me empezó a doler algo. Quién sabe, a lo mejor sólo son imaginaciones mías. De pronto me están viniendo más cosas a la cabeza, pero no son muy claras.


¿Cuánto tiempo estaré aquí?


¿Qué me está pasando?


¿Por qué me tiene que pasar a mí?


Sigo recordando. Yo estaba como dije antes yendo hacia algún sitio cuando me empezó a doler… a doler… ¡Sí! Ya me acuerdo, me dolía el brazo. Parece extraño pero a pesar de que esté dormida estoy algo cansada.


Un poco después…


Tengo que seguir pensando ¿Qué fue lo que ocurrió? A ver…, hasta ahora lo único que sé es que iba a algún sitio cuando me empezó a doler el brazo.


¿Por qué me empezó a doler el brazo?


¡Es verdad! Creo que me había picado un bicho.


Fui a la farmacia y me desmayé, y por mala suerte me quedé en éste estado.


Pasó mucho tiempo y la Bella Durmiente no se despertaba, hasta que un día cuando menos se lo esperaba ¡¡Al fin se despertó!!


¿Eh?


¿Qué ocurre?


Empecé a abrir los ojos, estaba despierta, quería gritar de la alegría, pero llevaba tanto tiempo inmóvil que no daba. Parecía un bebé que acababa de nacer. Definitivamente, después de haber pestañeados unas quinientas veces, abrí los ojos. No me lo podía creer, ahí estaba todo el mundo: mis padres, mis vecinos, el panadero, la carnicera,… ¡Todo el pueblo!, ¡Ya me acordaba!


No quise hacer ni una sola pregunta, lo único que quería hacer era disfrutar de la vida, después de haberle dado un abrazo a todos, por supuesto.






Sofía Barreiro

INDIA - Documentos TV






India, año 2003, al pié de las montañas del Himalaya, temperatura media, 5-10º C, población, casi quinientos habitantes, vivimos en pequeños cubículos a los que llamamos “hogares”; Aquí vivo yo, la niña del documental, vivo en un lugar al que las personas afortunadas nombran como “tercer mundo”.


Cada día me levanto al amanecer, me voy a trabajar a una gran finca de té situada a seis kilómetros de mi casa, allí trabajo la mayor parte del día; En las fincas, cuando no hacemos algo bien, no nos dejan comer ni beber durante varios días o nos pegan para que seamos perfectos en nuestro trabajo, a mi no me importa mucho, porque al trabajar, a fin de mes me entregan un salario por haber aportado ese esfuerzo durante todo ese tiempo, me suministran el agua y una cantidad de dinero pequeña (aproximadamente, 60 cents.). No me preocupa que me utilicen de esta forma, lo que me interesa es poder mantener a mi hermana de 2 años para que por lo menos ella tenga una infancia feliz.


Llego a casa de trabajar por la tarde con mi hermana mayor (ella trabaja cultivando arroz), respecto al tema de la comida, como la mayor parte del tiempo la pasamos trabajando, sólo tenemos una vez al día para poder comer y hacer lo que queramos. Aprovechamos para ir a recoger agua para el resto de la semana en un viejo pozo. El agua es muchas veces una fuente de enfermedades, pero aunque no está muy limpia, es el único modo que tenemos para poder vivir, con el agua, con frutos secos, té y algunas que otras legumbres que almacenamos durante todo el año.


Al acabar de hacer esas tareas, nos queda cierto tiempo libre para poder descansar o hacer lo que nosotros queramos, normalmente cuando vamos a jugar, nos reunimos todos los niños del pueblo y, o bien hacemos muñecos con paja o construimos objetos que puedan ser más manejables y cómodos para jugar.


Años después, en el 2009, tengo un nombre, me llamo Marta, vivo en India, con mis hermanas, Lucía y María, por la mañana vamos a la escuela con todos los niños, esta está a un sólo kilómetro de mi hogar, el agua está limpia y o produce ningún tipo de enfermedad; tenemos un hospital cercano; tenemos zapatos, ropa y comida durante todo el día; no tenemos que trabajar en ninguna fábrica o finca, y lo mejor, ¡ todos somos iguales, afortunados y tenemos derecho a tener una infancia feliz!


He aprendido que todos somos felices con el modo de vida que tengamos y que todos tenemos los mismo derechos: derecho a la sanidad, derecho a la educación, derecho a tener una familia, derecho a la libertad, derecho a la expresión, derecho a tener un nombre y sobre todo, derecho a la vida.


No existe ni primer mundo, ni segundo mundo ni tercer mundo, somos el mundo en general y cada uno es feliz con lo que tiene.


Marta Álvarez.






Las Vacaciones Eternas










Hoy en día, la sociedad mundial, ha alcanzado un nivel, tanto económico como social, excelente. Ninguna persona tiene que ir a trabajar temprano a su oficina, ni tiene que esperar en atascos a las salidas de las grandes ciudades a las siete y media de la mañana, ni tampoco los niños deben de ir al colegio… Los robots se encargan de todas las anteriores tareas humanas, eso sí, a través de Internet. Esta es mi agenda mensual típica, en la que se admiten ocasiones y eventos especiales:


Todos los días, nada más levantarme, corro durante una hora por los alrededores de mi gran mansión.


Al acabar, me relajo en mi jacuzzi o me siento en mi sauna. Después, suelo desayunar ligeramente, un kiwi y unos cereales. Excepto todos los domingos, en los que acostumbro desayunar un desayuno más inglés, que me prepara mi robot chef. Normalmente está compuesto por unos huevos fritos con bacon y unas tostadas con mantequilla light.


Mientras mi hijo recibe clases a través de su ordenador, yo hago la compra a través de Internet. Al acabar de hacer la compra, siempre voy de tiendas on-line. Suelo comprar mucha ropa y aparatos electrónicos.


Todos los mediodías como en mi mansión creaciones de mi robot chef. Es muy creativo, casi nunca repito comida. Además, prepara comida sabrosa a la vez de saludable. Los sábados y domingos suelo comer en un restaurante, regentado por robots, cercano a mi mansión. Por las tardes hago diversas actividades:


Diez tardes de cada mes, invito a mis amigos a mi casa para jugar al golf, tenis, pádel y bádminton.


Otras diez recibo clases, de un robot, de natación. Me encanta la natación, me relaja mucho.


Y otras diez juego con mi hijo. Normalmente jugamos con sus videoconsolas. Otras veces, le enseño a jugar al golf o al pádel. Pocas veces jugamos a juegos de mesa, como el Monopoly.


Siempre ceno en mi mansión. Aunque, un par de veces al mes, voy a cenar con amigos y familiares a sus mansiones. Excepto los días en los que ceno fuera de mi mansión, recibo clases de yoga y pilates antes de acostarme. Mi profesor, un robot, me ayuda a relajarme después de jornadas intensas.






Pablo de la Torre Cuevas

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